Resumen:
La siguiente historia en esta página se trata de un relato personal de un hombre italiano que entró en una nave extraterrestre y encontró los alienígenas muertos. Su relato puede leerse como una novela de ciencia ficción, pero la profesión y los antecedentes de este testigo descartan cualquier posibilidad de un engaño. El testigo, el Dr. Enrico Carotenuto Bossa, era un ex piloto de combate de la fuerza aérea italiana durante la Segunda Guerra Mundial, un arquitecto de profesión, y tenía un doctorado en ingeniería aeronáutica. Trabajó como arquitecto para una compañía bien conocida de Caracas, Venezuela en 1950. Durante ese tiempo, su trabajo lo había enviado a la Argentina en un viaje de negocios a trabajar en un proyecto de construcción grande cuando se topó con algo que cambiaría su vida para siempre.
Su historia primero apareció en el diario venezolano "El Universal" el Sábado, 07 de mayo 1955 (cinco años después) informando que un arquitecto italiano llamado Dr. Enrico Carotenuto Bossa, conducía por un campo, fuera de la ciudad de Bahía Blanca en Argentina, y encontró un objeto extraño posado sobre el suelo junto a la carretera. Pensando que podría ser un avión derribado, detuvo su vehículo y continuó a pie. Al acercarse, notó que se trataba de un objeto en forma de disco metálico con una puerta abierta en su lado. Curioso, él entró en la nave y para su sorpresa descubrió que tres seres extraños estaban muertos.
Tenga en cuenta: Algunos afirman en el Internet, que su nombre era Dr. "Enrique Carotenuto Botta", con un nombre que suena hispano y nunca mencionaron que él era italiano, sólo que era de Sudamérica. Pero él era italiano, por lo tanto, su nombre italiano verdadero era Dr. Enrico Carotenuto Bossa.
La historia completa relatada por el Dr. Bossa:
"En el período abril-mayo 1950, me encontraba en la ciudad de Bahía Blanca, capital de la provincia de La Pampa, para construir un cierto número de casas. Tenía por costumbre, de tanto en tanto, para distraerme hacer largas excursiones con mi vehículo en la provincia en cuestión. Estos paseos eran, en general, viajes de 300 a 400 km. de ida y otros tantos de regreso y que se hacían en tres días. La ruta era una ruta de verano no utilizable en el invierno (que allí comienza en mayo), en una región casi llana, desértica, con una vegetación magra. Hay algunas piedras graníticas, y en el fondo muchas montañas de unos 1.000 m de altura. El terreno de la ruta se encontraba a alrededor de 300 m sobre el nivel del mar.
"El 15 de mayo de 1950, yo efectuaba uno de esos viajes, y había recorrido 280 km. desde Bahía Blanca; me encontraba cerca de los 68º al oeste de Greenwich y a 37º de latitud sur. Cielo claro, bastante limpio. Yo conducía solo mi coche, algo distraído y pensando en mis asuntos, cuando, de improviso, un objeto plateado sobre el suelo llamó mi atención. No le daba mucha importancia a la cosa, que se veía a la izquierda de la ruta a una distancia de 300 m.
"A medida que me aproximaba, notaba detalles extraños, como de tragaluces y una cúpula translúcida. A 50 m del objeto, me detuve y observé con atención el exterior del vehículo, y pensé en los restos de un avión caído. Pero la forma extraña del objeto me hizo abandonar esta idea. Las nubes que pasaban interceptando el sol producían sobre el objeto un efecto extraño. Pensé en dejar el coche y acercarme a pie. A 10 m de distancia, me di cuenta al fin que se trataba de un 'plato'. Por un efecto de mi subconsciente, me sentí feliz como un niño y, con el espíritu audaz que se adquiere en esas condiciones, no dudé en aproximarme y entrar al interior del objeto, cuya puerta estaba abierta.
"Antes de entrar, comencé a examinar el objeto en detalle. Tenía un diámetro aproximado de 10 m, estaba formado por dos partes: una abajo en forma de platillo invertido (campana), y otra, arriba, cilíndrica (torre) y cubierta por una cúpula. Sobre la cúpula, una extraña linterna redonda. Su altura total sería de unos 4 metros. Un cierto número de ventiluces, que no he contado, de forma rectangular, con los ángulos largamente redondeados. El objeto estaba posado sobre el suelo, con una inclinación de aproximadamente 20º, apoyado en un relieve del terreno. Había un extravagante color cromo de un pulido magnífico en el cual se reflejaba mi imagen y la del cielo. Parecía una cosa muerta: nada de vida, ni de ruido, ni de vibraciones. Busqué la puerta que estaba abierta y precisamente al pie de la torre. Pensaba tener alguna dificultad para subir al borde de la campana, pero me di cuenta que en este lugar esta última estaba fuertemente despulida y rugosa como papel de vidrio (papel de lija). Me di cuenta que el objeto no era nuevo, porque el borde inferior de la campana estaba un poco deteriorado y picado en algunos lugares.
"Puse los pies en el metal rugoso y como desde ese punto hasta la torre había una distancia de dos metros sin punto de apoyo, debí ponerme en cuclillas para trepar hasta la puerta cuyas dimensiones aproximadas eran de 1,20 m por 0,90 m. Puse la cabeza en el interior sin ver gran cosa a causa de una cierta oscuridad que allí reinaba, y sentí un fuerte olor de ozono y de ajo. Salté inmediatamente al interior cuyo piso estaba a una profundidad de alrededor de 60 cm. El espectáculo que vi era tan extraño que sobrepasaba la imaginación.
"El piso era una plataforma que me dio la sensación de hundirse lentamente bajo mi peso. La cabina era perfectamente circular, de una altura de 2,10 m, de color oscuro. Alrededor de la pared se encontraba una serie de tragaluces, muy gruesos, guarnecidos de un material transparente, pareciendo ser de plexiglás.
"Mis ojos se estaban acostumbrando a la iluminación, la escena que vi era horrible. En el centro de la cabina, que medía alrededor de 3,50 m de diámetro, se encontraba un asiento extraño ocupado por un hombre de 1,20 m a 1,40 m de altura, vestido con una combinación (overol) gris plomo; su cabeza redonda, con ralos cabellos claros, estaba inclinada sobre su pecho. Las manos, bien formadas, de un color tabaco claro, se apoyaban nerviosamente sobre dos empuñaduras (palancas) que salían de una caja negra que se hallaba a algunos centímetros de su cuerpo. Su rostro, del mismo color que sus manos, la nariz bien formada y derecha, los labios sin bigote, las mejillas sin pelos. Los ojos eran grandes, muy dilatados y vidriosos. Las formas del cuerpo por lo que se podía adivinar eran perfectamente humanas y no se notaba ningún indicio de especie animal. Parecía un adolescente de 15 años, pero con los rasgos de un hombre. No era un enano. Toqué un brazo que estaba rígido y la figura estaba fría. La combinación (overol) le cerraba el cuello estrechamente y lo mismo en las muñecas. Los pies estaban ligeramente apoyados sobre dos tubos fijados al piso sirviendo de apoyo. La combinación (overol) parecía estar hecha de cuero duro y estaba inflada en los hombros, dando al piloto el aspecto de un jugador de rugby. El hombre no estaba sujetado. La butaca era de una forma adecuada a su cuerpo y de un color rojo bermellón. Estaba soportado por un eje central. La caja negra que el piloto tenía delante de él parecía un tablero de a bordo, midiendo alrededor de 1 m de altura por 0,80 m de ancho, en el cual se veían dos 'ojos de gato', de esos que se ve en ciertos aparatos de radio. Por debajo de este tablero y un poco más arriba de los pies se veía una ancha banda horizontal con una aguja vertical y ciertos signos extraños que, sin duda, significaban números. A la derecha del piloto, un poco adelante del tablero se encontraba un disco semiopaco como una pantalla de televisión apagada.
"El espectáculo más impresionante era otros dos hombres idénticos, que yaciendo sobre dos amplias butacas confortables, de cada lado del piloto y contra la pared, parecían igualmente muertos. Ellos no estaban atados y no se veía ninguna correa.
"Sus ojos estaban abiertos y aterrados, las bocas entreabiertas y un poco infladas. Pero, ¿por qué la tercera butaca estaba vacía? Yo la toqué y constaté que era de un tejido muy suave. La desaparición del cuarto miembro de la tripulación, evidentemente salido dejando la puerta abierta comenzó a preocuparme. Mi atención fue atraída por dos regletas, de sección rectangular y de 4 cm de altura, colocadas sobre el piso y yendo del centro a la periferia, donde terminaban a cada lado de la puerta. Noté igualmente, encima de la caja de instrumentos de a bordo, una esfera transparente de 25 cm de diámetro rodeada de un anillo plano inclinado a 40º sobre la horizontal y parecido exactamente al planeta Saturno tal como se lo ve con telescopio. ¿Era un calculador automático de latitud o de colatitud?
"Levantando los ojos, noté que la cabina no se continuaba por el techo sino que tenía en la junta con el techo un muy marcado relieve circular, con agujeros rectangulares de 60 cm de ancho y 20 cm de alto. Esta moldura perforada se repetía de la misma manera alrededor del piso. Un plafonnier (globo de luz, aplicado al techo) luminoso y parpadeando lentamente emitía una luz blanca-anaranjada. Pensé en ese momento que la energía de la máquina estaba todavía en acción y mil ideas me pasaron por la cabeza… un pánico loco se apoderó de mí y fue necesario un sobresalto de sangre fría para reencontrar mi calma. Di un último vistazo a la cabina y salí deslizándome sobre el borde rugoso de la campana. Apenas en el suelo, sufrí un vértigo y respirando de nuevo nuestro aire, me di cuenta entonces cómo el aire de la cabina era pesado y penoso para respirar.
"Furioso por no haber llevado conmigo mi máquina fotográfica, pensé en ir rápidamente a General Acha, localidad situada a cerca de 200 km. del lugar, para buscar algunos amigos ingenieros que allí se encontraban. Me apuré hacia mi coche y constaté que, contrariamente a lo habitual, el motor arrancó con mucha dificultad, funcionando apenas y dando la impresión que las baterías estaban descargadas a pesar de que estaba seguro que ése no era el caso. Una vez en marcha, todo comenzó poco a poco a volver a la normalidad a medida que me alejaba del aparato.
"Llegado a General Acha, me puse en contacto con mis amigos, a los cuales les conté la aventura. Después de haber sido convencidos con mucha dificultad, aceptaron acompañarme y nos decidimos a partir el día siguiente a la mañana temprano, porque era ya demasiado tarde para llegar de día. Partimos entonces al alba llevando una máquina Kodak Retina 2 con telémetro, pero, a causa de una violenta tormenta llegamos al lugar a las 12,45 horas. El cielo estaba cubierto a medias con cúmulos-nimbos sobre las montañas. Buscamos el aparato y no pudimos encontrarlo.
"Las expresiones irónicas comenzaban a mostrarse en el rostro de mis amigos, cuando llamó nuestra atención un montón de cenizas de aproximadamente 2 m de altura y 5 m de diámetro que se hallaba exactamente en el lugar donde había visto el platillo. Las cenizas tenían un color rojo plateado y humeaban ligeramente. Puse la mano y noté que la temperatura era de unos 40º C.
"En este momento uno de nosotros levantó los ojos al cielo y observó un plato idéntico al que yo había visto, que nos sobrevolaba a una altura estimada en 600 m. Saqué inmediatamente una foto, en el momento preciso en que tomó altura. Sobre la nave se veía otro objeto en vuelo idéntico al primero. Y todavía más arriba, se veía un cigarro inmóvil a una cierta distancia de nosotros. Los dos platos se dirigieron hacia el cigarro en subida oblicua, inclinados hacia adelante en el sentido de su desplazamiento. En el transcurso de su aceleración los platos pasaron del color plata al color rosa. En algunos segundos los dos platos se reunieron con el cigarro, en el cual ellos desaparecieron e inmediatamente el cigarro arrancó a una velocidad fulminante que nosotros estimamos en 12.000 km. /h."
Conclusión:
¿Qué le
sucedió a los alienígenas muertos? Ya que él indicó que se dio cuenta que el
borde inferior de la campana estaba un poco deteriorado y picado en algunos
lugares y que también estaba inclinado 20 grados sobre el suelo, apoyado en un
relieve del terreno, es posible que la nave se estrelló en esa región árida de
Argentina.
He notado que como él era un arquitecto fue capaz de describir el exterior y el interior de la nave detalladamente y parecía estar bien versado en coger medidas, ya que apenas utilizó palabras como "cerca de" o "aproximadamente". Tenía todos los atributos para describir un objeto desconocido en detalle. El Dr. Enrico Carotenuto Bossa, era un ex piloto de combate, un arquitecto de profesión, y tenía un doctorado en ingeniería aeronáutica.
Un ufólogo Venezolano y el investigador principal del caso llamado, Horacio González Ganteaume (fallecido en 1971), entrevistó al Dr. Bossa durante varias semanas. El Dr. Bossa le informó que padecía de una fiebre o temperatura alta y su piel estaba cubierta de ampollas. A pesar de haber dicho que ha consultado con varios especialistas, ninguno fue capaz de formular un diagnóstico, ni aliviar su condición y esos síntomas desaparecieron después de un tiempo. También, ya que llevaba anteojos al entrar en el platillo, una marca roja apareció alrededor de sus ojos con el contorno de las lentes. Un médico le había examinado con un contador Geiger para determinar si había estado expuesto a la radiación, pero no encontró ningún rastro. Además, había manchas verdosas visibles en su piel, que desaparecieron con el uso de un medicamento.
El artículo apareció en "Le Courrier Interplanétaire", en abril de 1956, finalizando con una nota al pie indicando que el autor de este informe, el arquitecto italiano de 44 años que firma como Enrico Bossa, pidió en esa ocasión no dar su nombre principal (Carotenuto) porque su vida ha sido muy dura en Argentina y Venezuela, y ha perdido uno de sus empleos "por haber creído en los platos voladores".
En la década de los setenta, Leonard H. Stringfield, un veterano investigador de ovnis de Cincinnati (EE.UU.), que falleció en 1994, se dedicó a reunir evidencias para demostrar que el gobierno de los Estados Unidos tenía en su posesión ovnis y sus ocupantes. Él publicó en su libro llamado "Situation Red: The UFO Siege" en 1978, que el nombre del testigo era "Enrique Caretenuto Botta" (su nombre italiano verdadero era Enrico Caretenuto Bossa). Eso es porque él estaba acostumbrado de proteger la identidad de los testigos, pues hizo una variación de su nombre verdadero, sin mencionar que era un seudónimo, creando una cierta confusión. Además, su versión que contiene errores, imprecisiones y discrepancias fue basada a los informes enviados a él por Horacio González Ganteaume y por el testigo mismo en una carta de 1955.